Que estamos escribiendo la última etapa de los últimos tiempos es más que evidente. Son momentos de analizar todo lo que acontece a nivel global, no para especular cuando será la segunda venida sino para plantearnos como nos hallará la segunda venida. La respuesta es clara, nos tiene que hallar velando y con la mano en el arado. Marcos 13:33   dice “Mirad, velad y Orad”, 3 verbos en modo imperativo que nos deben poner en guardia para evaluar si estás en tu vida personal y familiar entendiendo los tiempos y orando por tus circunstancias personales, los tuyos, y tu círculo de influencia y amistades. La palabra “velar” siempre me da un matiz de estar vigilantes como los centinelas o atalayas que otean el horizonte para calcular lo que nos viene. Hay un proverbio popular que dice: “la última hora antes del amanecer es la hora más oscura”, es cierto que la primera parte nos puede alarmar y hacer tragar saliva, pero la segunda parte es la que realmente nos da toda la esperanza pues “el amanecer” es la llegada del Lucero de la mañana, de nuestro Señor y Salvador Jesús.

Lo más esperanzador es que la segunda venida se va a producir en clave de boda, el final de los tiempos nos depara la llegada del Novio que viene a buscar a su Iglesia para participar en un banquete eterno en las Bodas del Cordero. Con esto en mente fijémonos en las palabras de Pablo a Timoteo en “II Timoteo 2:20 “En una casa de ricos algunos utensilios son de oro y plata y otros de madera y barro. Los utensilios baratos son para el uso diario y los utensilios costosos para las ocasiones especiales”. Sin duda que los tiempos que vivimos son ocasiones especiales, primero por la convulsión mundial, y segundo porque vienen las Bodas del Cordero, y sin duda Dios quiere usar la vajilla de oro reservada a las ocasiones especiales. 

Si te mantienes puro serás un utensilio especial para uso honorable. Tu vida será limpia y estarás listo para que el Maestro te use en toda buena obra”.  Resulta que los utensilios que Dios va a utilizar somos tu y yo, pero claro, sería un gran error preparar un banquete con cubiertos de oro y que estos estuvieran sucios ¿no? Por eso son tiempos de dar lo mejor de nosotros mismos en integridad y limpieza para que el Señor nos considere listos “como obreros que no tienen de que avergonzarse” y podamos ser útiles para Su Obra. No te preocupes, tranquilo,  que no estamos hablando de perfección sino de madurez, y recuerda que la madurez en un proceso lento y formativo donde poco a poco vamos siendo “conformados” a la imagen de Cristo. Por eso el Salmo 101:6 dice “Mis ojos pondré en los fieles de la tierra para que estén conmigo, el que ande en el camino de la perfección este me servirá”. Por tanto ninguno hemos llegado todavía, ahí estamos perseverando en un camino a veces tortuoso y escarpado, a veces con piedras que nos hacen tropezar y zonas que nos hacen resbalar. Y en ese proceso, Dios nos levanta y anima a seguir adelante a pesar incluso de nosotros mismos. Lo bueno de esta historia es que en Él podemos dejar de ser instrumentos de madera o barro  para usos viles u ordinarios, y pasar a ser instrumentos de oro útiles en sus manos. 

Y teniendo en cuenta que la limpieza física es un asunto diario y debemos lavarnos cada día, así a nivel espiritual también nos ensuciamos cada día y debemos lavarnos cada día. La ducha es el santuario y el jabón divino se llama Gracia, ¿Qué haríamos sin ella? Es lo que nos permite limpiarnos y pedirle al Señor que nos dé el privilegio de ser útiles en sus manos, primero en nuestra vida personal, familiar, eclesial y como ciudadanos del mundo. Así que no lo olvides, el Novio Santo quiere usar la mejor vajilla para sus bodas: “Así que si alguno se limpia de estas cosas, será instrumento para honra, santificado, útil al Señor y dispuesto para toda buena obra”.

Medita en los siguientes versículos estos días: II Timoteo 2:14-21 , Marcos 13:33 y Salmos 101. 

Category
Tags

No responses yet

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *