DECLARO LO QUE CREO
El libro de los Salmos es sin lugar a dudas, el libro donde encontramos la mayor expresión de sentimientos de queja, culpa, dolor, y aun desesperación. Muchos Salmos comienzan de esta forma expresando todo ese caudal de sentimientos encontrados. Asimismo en todos los casos, el final de esos Salmos siempre es de agradecimiento y gozo por librarnos de todo mal, o aún por usar cualquier circunstancia difícil para equipar nuestras vidas con mayor peso de sabiduría. Sin embargo el Salmo 116 no es uno de ellos, al menos en lo que respecta a su inicio. Comienza desde el principio agradeciendo a Dios por su cuidado, y en el versículo 8 menciona que Dios ha librado su alma de la muerte, sus ojos de lágrimas, y sus pies de resbalar. Toda la Palabra tiene una aplicación directa a nuestras vidas, sin embargo cuando pienso en mi vida, y en realidad en la de cualquier cristiano, me doy cuenta de que en “la práctica” Dios no nos libra, pues seguimos muriendo (y muchos cristianos en situaciones dramáticas), seguimos sufriendo, y seguimos tropezando. Esto ocurre, cuando leo sin realmente profundizar o meditar en el texto, pues los tesoros de la Palabra no están en superficie.
v.8 “Pues tú has librado mi alma de la muerte, mis ojos de lágrimas, y mis pies de resbalar”. Cuando le damos una segunda lectura a este versículo, entendemos de qué somos librados los hijos de Dios. Es verdad, Dios no nos libra de la muerte, ni del sufrimiento, ni de las caídas. Pero sí nos libra, de la muerte SIN ESPERANZA, del sufrimiento SIN PROPOSITO y de las caídas SIN RESTAURACIÓN.
Como se menciona en Romanos 8:28 “TODAS las cosas ayudan a bien a los que aman a Dios”. Esa es nuestra gloria y nuestra cruz, pero también nuestra redención, pues a Dios no se le escapa NADA y nos enseña en TODO. En realidad cuando las cosas nos van bien, vivimos en superficie sin analizar mucho pues todo está más o menos en orden. Pero cuando llegan las pruebas y dificultades, estas nos hacen profundizar en la Palabra y nos vuelven más dependientes y necesitados de Dios. Entonces cuando somos débiles, Su fortaleza se perfecciona en nosotros.
Finalmente el versículo 10 es muy revelador: “Creí por lo cual hablé, aun estando afligido”. Es decir, si bien la expresión de sentimientos es necesaria pues nos ayudan a descargar nuestra alma, nuestra creencia no debe fundamentarse en ellos. La enseñanza central es que no declaro lo que VEO, DECLARO LO QUE CREO.
Medita en tu propia vida en el Salmo 116, e identifica en tu vida situaciones de “muerte del alma”, situaciones de sufrimiento y de caídas. ¿Qué te enseñó Dios en esos procesos?
Medita en tu familia e identifica en los tuyos si viven alguna de esas situaciones. Entonces pregúntate “¿Cómo puedo ser de esperanza, ánimo y ayuda?
Medita en tu iglesia e identifica en tus hermanos en la fe si viven alguna de estas situaciones. Entonces pregúntate “¿Cómo puedo ser de esperanza, ánimo y ayuda?
J. Varela
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