Las raíces de la fe se adquieren en el hogar

En los tiempos actuales marcados por las secuelas de la pandemia y la grave crisis económica, muchos de nosotros
podemos sentirnos inquietos y con incertidumbre cara al futuro. Sin embargo nuestra mirada no debe
estar centrada en las circunstancias presentes, es decir en lo natural, sino en Jesús como nuestra
esperanza: “no mirando nosotros las cosas que se ven que son temporales, sino las que no se ven que
son eternas”
, es decir lo sobrenatural (II Corintios 4:18). Como iglesia y queriendo vivir este año en la
dimensión sobrenatural de MILAGROS, no debemos perder la perspectiva de que la Iglesia tiene una filial en cada hogar de sus miembros. Sin duda que la familia sigue siendo la institución capaz de otorgar refugio, sentido de pertenencia y esperanza a todos. Sin duda también que la educación de nuestros hijos peligra ante una sociedad cada vez más impositiva y radicalizada que pretende colonizarlos ideológicamente. Esto nos tiene que hacer bien conscientes de la necesidad de entender que las raíces de la fe y de la educación en valores se afirmen en el hogar como primera institución.
Las palabras de nuestro pastor este domingo: “ver, oír, y hablar” también las debemos entender en
clave de defensa frente a una sociedad, que a los más vulnerables, nuestros hijos, les quiere hacer “ver y
oír” las voces de la mentira. Ahora son los padres los que deben HABLAR con su ejemplo y palabras, para
instruir a nuestros hijos en la Verdad e inculcar en ellos las barreras éticas y morales que impidan que la
corriente de este mundo los arrastre. Cuando los padres instruyen a sus hijos con la Palabra, sea en
devocionales familiares, o en ejemplos cotidianos de vida, o en momentos enseñables, ellos crecen no
sólo edificados e instruidos, preparados para ser confrontados con una sociedad hostil, sino que
también crecen formando parte de las nuevas generaciones de la iglesia del Señor.
Al mismo tiempo la oración de los padres sobre los hijos, como auténticos centinelas que velan por
ellos, es la que mayor poder e influencia tiene sobre sus vidas. Los padres que oran, cubre, declaran y
anticipan la cultura de la bendición en sus vidas, tienen asegurada la transmisión generacional de la fe:
“Si tus hijos guardaren mi pacto y mis testimonios que yo les enseño hoy, sus hijos también se sentarán
en mi trono”
Salmos 132:12.
La mejor educación es la espiritual, compuesta de valores, normas, afectividad y disciplina, ejemplo
recibido, ética de la honradez, etc. Todo ello leído de la Palabra y vivido y encarnado en la mejor escuela
de educación para nuestros hijos: el hogar. Oremos y pidámosle a Dios que nos haga bien conscientes
de que no hay tiempo que perder. Que seamos parejas estables, para ser padres estables, y así
contribuir a formar iglesias estables, inculcando en nuestros hijos los valores que emanan de un libro
que no es antiguo, ni moderno, es simplemente eterno: La Biblia.
Cara a estos días por delante, reflexiona en estos versículos:
Medita en el texto del Salmo 51:6 “Tu amas la verdad en lo íntimo y en lo secreto me has comprender
sabiduría”
¿Cómo está tu tiempo personal y diario con Dios?
Medita en el texto del Salmo 127:1 “Si el Señor no edifica el hogar, en vano trabajan los que lo edifican”, y
como matrimonio pregúntate ¿Cómo está vuestro tiempo devocional en pareja?
Medita en el texto de Proverbios 22:6 “instruye al niño en su camino y aun cuando fuere viejo no se apartará de
él”
, y como padres, pregúntate ¿Cómo está vuestro tiempo devocional en familia?

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