Nuestro pequeño terreno de lentejas  

II Samuel 23

Estos tiempos de incertidumbre frente al futuro han puesto de relieve la importancia de la familia como lugar de refugio y fuente de esperanza. Cuando pienso en los grandes hombres de Dios registrados en la Biblia, me doy cuenta de que nunca se intentó ocultar o minimizar sus errores, de hecho son justamente sus sombras las que nos tranquilizan y hacen ver, que al igual que nosotros, ellos también eran personas sujetas a pecados y contradicciones. La vida del gran rey David es un claro ejemplo. Al final de sus días pronuncia en II Samuel 23 sus últimas palabras antes de morir, en ellas narra las hazañas de 3 grandes hombres que tuvieron el privilegio de sentarse a su mesa y comer con él cada día, son los llamados “los valientes de David”. Recuerda que eran tiempos de guerra y de hazañas militares donde los combates y las batallas eran el pan cotidiano. Uno de esos hombres había ganado el derecho a sentarse a la mesa del rey, al haberse convertido en un héroe logrando matar a 800 hombres en una ocasión. El siguiente valiente había peleado tan duro y con tanto esfuerzo, que su mano se había quedado pegada a la espada entre la sangre y el sudor. Sin duda estos dos primeros valientes habían hecho méritos militares para ganarse el favor del Rey y sentarse a su mesa.

Antes de hablar del tercero de los valientes de David, recordamos sus propias palabras cuando en el versículo 5, seguramente con amargura de espíritu pronuncia su famosa frase: “no es así mi casa para con Dios”. Y es que al final de sus días David reconocía que no había sido un buen esposo ni un buen padre, su pecado con Betsabé tuvo grandes consecuencias y sus propios hijos lucharon con las mismas tentaciones y pecados. Por eso cuando le llega el turno al tercero de sus valientes, estoy seguro de que este, realizó la hazaña que más valoró el rey David. Se trata de Sama quien frente al ataque de los filisteos, defiende su “pequeño terreno de lentejas” y Dios le da la victoria. Uno podría pensar qué hazaña representa defender un pequeño campo de lentejas, pero es que lo que Sama defendió fue lo que David no supo defender en su propia vida. La comparación que aquí hacemos es que el pequeño terreno de lentejas representa la familia, nuestra primera responsabilidad, aquello que David no supo valorar y que al final de sus días, con la sabiduría de los años y la experiencia de los errores, valoró en el  tercero de sus valientes. El ejemplo, que en este caso por defecto nos enseña el rey David, es que lo importante en nuestras vidas no tiene que ver con el éxito ministerial ni laboral, pues ningún éxito en lo laboral/ministerial justifica el fracaso en lo familiar.

Seamos parte de los valientes de Dios defendiendo nuestro pequeño terreno de lentejas, nuestro hogar, nuestra familia, esa es nuestra primera y gran responsabilidad, pues como dice el Salmo 127 en su verso 1, “Si el Señor no edifica el hogar en vano trabajan los que lo edifican”. 

Oremos para que la familia sea siempre nuestra primera responsabilidad

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